lunes, 17 de noviembre de 2008

ALI, ALI BEREBERE



Alí.
Alí se llamaba nuestro guía. Como no podía ser de otra forma.
Así se había presentado él. Pero no sólo así: él era, decía siempre, Alí Berebere.
Berebere no era su apellido. Berebere es el nombre de una etnia autóctona de Túnez.
Según nos contó mientras caminábamos por Cartago, los Berebere habían jugado un papel clave en la Segunda Guerra Púnica. El Imperio Romano los había comprado para que iniciasen una revuelta en su propia tierra, mientras el Gran Aníbal Barca golpeaba a la puerta de la Ciudad Eterna.
- El Berebere gusta del dinero -, nos dijo con una sonrisa impecable.
Alí era alto y tostado por el mismo sol que, desde hace siglos, hace compañía a la soledad del desierto sahariano y a las ruinas de un imperio.
Y es que Cartago también fue un imperio, y aun más grande que el romano.
Tenían fama de grandes comerciantes, y así se expandieron por todo el Mediterráneo. Alí confirmaba esa fama como nadie: nunca conocí vendedor como él. Hablaba y sonreía para vender, como es lógico, pero también mentía y decía la verdad alternada y estudiadamente con el mismo afán comercial.
De entrada fue más sincero que el guía medio:
- Les voy a mostrar lo auténtico de Cartago. Esta piedra es verídica, tiene más de 2.300 años. Este empedrado, no: es réplica del de entonces.
Después, mientras íbamos en el micro rumbo al centro histórico de la ciudad, redobló la apuesta:
- Aquí no van a ver pobreza, no van a ver basura en las calles. Túnez es el país africano con mayores índices de desarrollo.
Y por supuesto que vi pobreza y vi basura en las calles. Lo vi en las calles laterales: por la avenida que avanzábamos todo lucía impecable, como Alí, como su acento español: todo en Túnez parece preparado para vender.
- Ahora vamos a bajar en La Medina, el casco histórico de la ciudad de Túnez -. Llegaba el turno de la verdad: - En La Medina están los zocos, que son los mercados típicos de aquí. Ahí podréis comprar alfombras, perfumes y cerámicas. Si queréis, podéis recorrer los zocos por vuestra cuenta y nos encontramos luego en el ómnibus. Y sino, podéis ir con Alí Berebere.
Pero Alí, como buen Berebere, no se iba a quedar allí, en la mera formalidad de la invitación. Alí Berebere tenía un as bajo la manga:
- En los zocos es fácil perderse. Hay muchas calles y muchos vendedores. Hasta los tunecinos se pierden en los zocos.
Eran las cuatro de la tarde. Faltaba poco menos de dos horas para que oscureciera.
Todos fuimos con Alí.