viernes, 9 de mayo de 2008

EN TAXI POR LA HABANA: PARTE II






Seguimos por el Malecón, bordeando el Mar Caribe. Pasamos frente al Hotel Nacional y al colosal Hospital Hnos. Ameijeiras, símbolo y orgullo del sistema de salud cubano. Al rato llegamos a una gran plaza llena de banderas cubanas.
- Aquel edificio es la Embajada de Estados Unidos. Cuando fue la crisis por Elián, desde la embajada comenzaron a poner avisos enormes sobre el chico, ofendiendo a Cuba. Entonces Fidel mandó tapar esos avisos con banderas cubanas.
Pronto cruzamos el río Almendares por un tunel.
- Agachese uno, por favor -, nos pidió el taxista.
Al parecer, habíamos pasado frente a un control. Algo me llamaba la atención: el taxista tenía por costumbre levantar la velocidad del auto y, luego, apagar el motor.
- Así hacemos kilómetros sin gastar combustible y sin que suba el cuentakilómetro.
Gran estrategia: de esa forma, no podían controlarlo si él se extendía en el viaje informado.
Llegamos a Miramar, el barrio residencial donde vive la clase alta de La Habana:
- Aquí vive Silvio Rodriguez, embajadores, políticos y empresarios extranjeros.
El barrio era lujoso: las casas eran mas bien casonas antiguas bien cuidadas, con gran jardínes. Entre las casonas bajas, cada tanto, aparecían modernísimos hoteles.
Y si se alzaba la vista, aparecía también, casi desde cualquier lugar de Miramar, la arquitectura comunista en su máxima expresión: la otrora embajada soviética, con su armatoste rectiforme de cemento y vidrio.
Otra vez el taxista aceleró, apagó el motor, y de pronto, volteó hacia el asiento trasero y nos pidió urgente que nos agachasemos.
Pero era tarde: un control nos detuvo al costado de una avenida poco transitada.
Se acercó un militar. Miró el auto. Constató que allí viajábamos cinco pasajeros. El taxista bajó del auto y caminó hasta el control, donde había otro militar.
El taxista presentó sus papeles, gesticuló: las excusas del caso (aunque no fueran a hacerle caso). Los militares hablaron por radio. Finalmente, el taxista volvió al auto.
- ¿Qué tan malo es esto? -, preguntamos.
- Tranquilos. No les va a pasar nada.
- ¿Y a vos?
- Estamos fuera de recorrido y con un pasajero de más. Me multarán.
El cubano lucía preocupado, pero sin perder en ningún momento su hablar tranquilo, su mirada serena.
- Tengo que llevarlos al hotel -, nos informó.
- Igual, ¿este trabajo es un privilegio, no?
- Y...es muy dificil cuando no tiene acceso a los pesos cubanos convertibles -, se sinceró el taxista -. Yo ganó 6 pesos cubanos convertibles. Tengo señora y un hijo de un año y medio. Hace poco, el Estado le bajó la ración de leche a mi hijo porque cumplió cierta edad y debe privilegiar a los bebés. Pero mi hijo todavía necesita esa lecha; la que ahora recibe es de otra calidad. Entonces, tengo que comprarla.
- ¿Hay tiendas donde la venden?
- Sí, pero es muy cara. Un litro de leche cuesta 1 peso cubano convertible.
- ¿Y cómo hacés?
- Juntamos entre toda la familia para poder comprar un litro de leche. O compramos en el mercado negro, pero tampoco es muy barata.

1 comentario:

Sunshine dijo...

Bueno Cronista... No hay mucho qué decir a esto. Es triste que pasen estas cosas... A mi me gustaría saber cuanto le pusieron de multa.

Un viaje con varias emociones... y con ganas de una tercera parte!

Me imagino que le dejaron una buena cantidad de propina. Sino fueron muy malvadiscos!
Y quiero recordarte que te falta la 2da parte del contrabando!

Besicos