martes, 29 de diciembre de 2009

Cómo navegantes


El escribano en Cuba filetea su hoja con agua salada. Picotea unos pancitos, y sigue con su tarea de esconderse de la vista de los intrusos. Unos que les tiran besos, y babean un poco.
El día que los conocimos brillaban al sol y disfrutaban del clima cálido, de ése mar que en nada se parece al de Miramar y su témpano en la orilla.
Durante la visita se mantuvieron cautelosos pero cercanos. Nos rodeaban todo el tiempo, y desaparecían en la línea con el cielo.
Volver de ésa travesía fue la paz infinita.
Fue el silencio necesario para descubrir que un pan y unos pescados volvían a significar en mi vida tanto como hacía unos años atrás.

1 comentario:

El Cronista dijo...

Cuesta ver al escribano.
Te sumergís y no lo ves. Está por sobre vos. Son como pájaros del agua. Nadan sobre tu cabeza, se mueven como si volaran, son elegantes, estilizados, saetas del agua. Están cerca del sol, de la luz, del cielo.
Tienen, en la fauna marina, la mirada del aguila: contemplan a todos desde arriba, quizás se rían de los otros peces y se compadezcan con otros que nadamos mal, tan mal.
Yo miro sus barrigas y me gustarías hacerlos reír, desarmar su gallardía a cosquillas.