viernes, 25 de julio de 2008

ASIMETRÍA





Muchas veces oímos decir que los europeos buscan a los sudamericanos para que ocupen los trabajos que los nativos no quieren realizar.
Y así parece que los sudakas que migran son como un parche que viene a completar un mercado laboral incompleto. Pero al final resulta que los inmigrantes son mas que eso: porque las grandes ciudades del mundo están hechas con retazos de inmigrantes, con voces y culturas diferentes.
Pienso ahora en Madrid, la ciudad más argentina que conozco, a excepción de todas las ciudades argentinas.
Cuando uno camina por Madrid ve las huellas de los argentinos por doquier.
Y resulta que el mozo que atiende en la cafetería es de Banfield; que en una calle centríca hay un afiche que homenajea al Carpo Napolitano, a pocos meses de su huida; que todos los locutorios ofrecen descuentos para llamar a Buenos Aires; que un parque inmenso al oeste de la ciudad se llame Eva Perón y la avenida que cruza el Santiago Bernabeú lleve el nombre de Juan Domingo Perón; o que, al observar la marquesina de un teatro, se anuncia el estreno de "El penal mas largo del mundo", del Gordo Soriano.
Y uno hasta empieza a confundir las cosas, y ve el metro de Callao sobre la Gran Vía y le cuesta un rato asimilar que primero estuvo allí para sí después estar sobre calle Corrientes. Lo mismo con los edificios cuadrados y despintados, llenos de balcones y rejas algo oxidadas.
Pero en esta mixtura hay cosas que son exclusivas de Madrid.
La mas madrileña de ellas pude apreciarla en el Paseo del Retiro, un parque al estilo Bosques de Palermo (¿o era al revés?).
Estaba lleno de gente. Frente al lago, escuché una música familiar. Me acercqué. Había un muchacho cantando canciones de Silvio y Sabina. Sin siquiera pensarlo, supe que era argentino. Le pedí una de Baglietto, porque él se parecía bastante a Baglietto: hasta usaba una de esas gorritas de cuero para disimular la pelada. Y cantó "Mirtha, de regreso", y después se despachó con "El tempano", pero no llegó a terminarla, porque llegó la Policía con sus exigencias de documentos. El público huyó enseguida, seguro también sudakas sin papales, como el pobre cantante que probó la especialidad de la casa, hospitalidad a la madrileña, mientras subía al patrullero por las buenas.

2 comentarios:

Sunshine dijo...

Justo este fin de semana estuve en una ciudad porteña, Montevideo.
No me sentí extranjera para nada, salvo por los malditos cáculos con la plata.

Muero de ganas por ir a recorrer esas hermosas ciudades europeas, pero creo que también muero del miedo de que no me comprendan cuando les hablo. Por eso siempre veo con buenos ojos a España.
Dicen que uno habita el lenguaje, o algo así (ya me olvidé)y creo que para habitar, preferiría las lindas calles madrileñas y la música de los argentos que roban con sus melodías, como en cualquier calle Florida.

Besitos

ahhh!!! Callao es nuestra carajo!

*AntagoniSta* dijo...

Cuando vaya voy a acordarme de esto que leí, por ahora, sigue siendo un anhelo dentro de mis anhelos.