lunes, 4 de abril de 2011

De España a la Argentina, qué meneo, qué vaivén!

Estamos por emprender la vuelta. Los días se hicieron cortos y largos, lluviosos y soleados. Los días fueron increíbles e insospechados. La llegada a España tuvo sus sorpresas. Madrid quedará como una cuenta pendiente para explorarla a fondo. Tan similar a Buenos Aires, pero un poquito más ordenada. Sevilla... ahhh!!! Sevilla! Fue un festival de colores. Lo primero que pensé es que me hacía pensar en La Habana. Calles estrechas, casas pintadas de colores, comida, música... no sé, había algo que flotaba en el aire. Resultó ser un lugar estupendo, lleno de vida y paisajes hermosos. Caminar por calles llenas de naranjos encorvados por el peso de sus frutas era algo que quería fotografiar cada dos minutos. Los lugares están impregnados de lo árabe, lo barroco o lo renacentista, o todo junto a la vez. Es una mezcla extraña pero que atrapa. Juan dijo que para relajarse la gente cree que lo necesario es silencio. Pero aquí en los patios andaluces, nos dimos cuenta que la justa medida de la relajación es el tenue sonido del agua. De las fuentes que apenas se desbordan de agua. Sevilla también fue calor. Hora de sacarse tantos abrigos y de disfrutar del bienestar andaluz. En mi humilde opinión, los moros eran unos genios. En ningún lugar nos sentimos más resguardados del calor sofocante, que en las galerías aireadas de Sevilla y Granada, hechas especialmente para no tener que pagar aire acondicionado, obviamente. Capítulo aparte, es la juerga que domina esta zona, la que es comandada desde sus bares de tapas, montaditos y cerveza. Si me piden un lugar para volver, creo que vuelvo a Sevilla. Sabía poco y nada de esta ciudad, y puedo decir que quedé encantada. Otro día les contaré de Granada.

1 comentario:

Dafné dijo...

Ya me anoto para ir a Sevilla cuando pueda hacer mi viajecito a Europa.

Me encantan las descripciones. Me siento allá.