miércoles, 27 de abril de 2011

Soñar no cuesta nada

Los días pasaron, y la rutina te envuelve como si nada hubiera cambiado. Como si no hubiera viajado más de 12 horas para encontrarme con idiomas y calles desconocidos.
La verdad pareciera ser que nada cambia. Todo sigue igual (de bien). Amigos, trabajo, facu, convivencia.
Pero en los recovecos.... oculto, listo para caerte y dar un zarpazo, está el recuerdo. De calles, olores, colores y un dejo de tacto que parece volver cuando menos lo esperás.

Eso me pasa con Roma, con París.
Mirando el nuevo trailer de la peli de Woody Allen, se me aparecieron las caminatas lentas y abrigadas con el fresco del río en la cara. La mirada poco atenta en la plaza de la Vendome. Y quise volver con solo un chasquido.

Ayer en un ataque de nostalgia me puse a escuchar a Pavarotti. Es imposible encontrar mejor avión que ése. Nessun dorma... y ya estaba caminando por las cuadras de Giovani Vitelleschi, mirando extrañada el Altar de la Patria.

Es que intento no olvidarme de todo lo que vi. Me pone mal pensar que en unos meses no me voy a acordar ni el nombre de la plaza de la vuelta.

Pero voy a volver. Sí o sí. Antes de morirme voy devuelta a Roma, y tiro mi moneda en la Fontana.

1 comentario:

El Cronista dijo...

Roma se extraña. Me propuse aprender italiano, así cuando vuelvo, y porque voy a volver, puedo comunicarme como uno más, parecer, aunque sea al oído desatento del transeunte apurado, un poco más romano. Y voy a pedir mi comida en italiano, y a quejarme del tiempo lluvioso con puteadas ya conocidas en cualquier de nuestras familias!