jueves, 3 de marzo de 2011

Cómo planificar un viaje y volverse medio loca en el intento

Mis días previos a cualquier viaje son realmente insoportables. Más aún cuando el viaje va a ser largo y siento que van a pasar un millón de años hasta que vuelva a ver a la gente que quiero.
Una despedida por aquí... que te quiero ver antes de irme... dejar la casa en condiciones para el que venga a cuidarla... miles de listaditos que bordean lo TOC... la planificación de mi comida durante el viaje y en los países extranjeros.... demasiadas cosas.

Sin embargo, lo que más me molesta, es ir al trabajo... cuando las ganas de irme se me hacen imposibles de manejar, el trabajo es el peor lugar en el que puedo estar. La gente que me caía bien se convierte en mi enemigo por pedirme huevadas diarias (basta por favor de llamarme por las comisiones de servicio). Las ocho horas se hacen dieciseis. Y ni hablar de la desesperación por dejar todo en orden antes de partir (cosa que será imposible ya que me desempeño en el Estado y vivo tapada de expedientes).

Un capítulo aparte merece mi increíble planificación y mapeo de los lugares aptos para celíacos. Meses de tiempos muertos aprovechados en el trabajo (el famoso escamoteo del que tanto escuché en Seminario de Cultura), paciencia para buscar en mapas las direcciones y descifrar lugares realmente para celíacos. Prometo subir un listado que quede a disposición de todo celíaco demente como yo que googlee hasta el nombre de sus hermanos.
Si soy sincera... parte de mi emoción del viaje, creo que pasa por corroborar si hice un buen trabajo de inteligencia, pero sobre todo, de disfrutar de los manjares que promete Italia (sepan que la mayoría de las veces solo puedo comer carne con ensalada en los restoranes). Ya sé que estoy medio loca... pero no lo puedo evitar.

Ay... creo que voy a necesitar dos meses para cubrir todas las expectativas que tengo sobre este viaje.

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