viernes, 25 de marzo de 2011

Venecia, la ciudad de los recovecos

Venecia es indescriptible. Salí medio dormida del Tren Freccia argento (de plata, no de argentino), y cunaod quise salir a la calle había agua. Ahí nomás. Nada de sendas peatonales ni asfalto. El taxi es una lancha. El bondi, que estaba manejado por un genio de la navegación, era un barco con muchos asientos. Una onda la cacciola.
Sin hablar mucho, subiendo y bajando puentecitos fui mirando la ciudad, que finalmente, poco tenía que ver con mi idea de ciudad.
No me enamoré locamente de Plaza San Marco, sí lógicamente me encantó que la plaza estuviera directamente al lado del mar, solo unos escalones abajo. Lo que me pudo, fueron las callecitas-recovecos de Venecia. La ciudad es toda peatonal por cuestiones obvias. Por ende, el silencio y las conversaciones en italiano se dejan escuchar claramente. Meterse en las callecitas extremadamente angostasn(a veces con suerte entra una persona) es aventurarse a encontrar a la vuelta de la esquina una plaza, un puente y sus gondoleros, una trattoria con olor a pizza, el mismísimo mar, o un callejoncito con cuerdas llenas de calzones y ropa, que cruzan las casas.
El último día fue el más lindo. NOs sentamos a la orilla del Gran Canal a la tardecita, cuandno nos daba el sol. Al lado había una parada de gondoleros y cerca el Rialto. Miramos el puente y también las tácticas de seducción de turistas para subir a las góndolas (había varios pichones, pero a nosotros no se nos acercaron por tener cara de ratas). Paseamos lo que nos faltaba y terminamos nuetsra estadía en Italia tomando una copa de vino chianti cerca de la barra de un pequeño bar.

Ya extraño un poco el idioma italiano (todavía contesto grazie), la comida siempre presente, y la familiaridad que nos transmitió dar vueltas por Italia

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